“Para mí ir a trabajar es un infierno. Tomo medicación para la ansiedad y la depresión, todo ocasionado por las condiciones en las que tengo que trabajar en mi instituto. Estoy pensando pedirme una reducción de jornada e incluso cambiar de trabajo. Sinceramente no dejo el trabajo porque necesito el dinero. He tenido que aguantar que me insulten, que se rían de mí, me han contestado en numerosas ocasiones, me han faltado el respeto y me han partido “partes” de mal comportamiento en mi cara, me han tirado un borrador, me han levantado la mano, me pincharon las ruedas del coche, etc.”
Así empezaba el testimonio de un profesor que da clase en un instituto de un pueblo de esta comarca.
Esta es la dura realidad que sufren muchos docentes ante la pasividad, a veces, de la dirección del centro, de la administración, de los padres de los alumnos, y lo que es más triste de compañeros de trabajo.
Los agresores no se portan mal con TODOS los profesores sino que eligen TAMBIÉN a sus víctimas, generalmente, a la más vulnerables:
-jóvenes, sin experiencia y con falta de seguridad,
-personas tímidas y con falta de habilidades sociales,
-docentes con defectos físicos
-personalidades más sensibles o irascibles.
-personas con baja autoestima, etc.
El perfil del alumno agresor suele responder a una varias de estas características:
•Fracaso escolar, siente el instituto como un lugar al que tiene que ir forzado.
•Rasgos de personalidad específicos falta de empatía, falta de compasión, dureza, irritabilidad, falta de autocontrol, etc.
•Ha aprendido en su casa a resolver las situaciones con violencia verbal o física.
-Falta de control parental.
•En su entorno ha escuchado críticas hacia el instituto, los profesores, y se ve reforzado con sus padres en estas actitudes;
•Suele tener algún trastorno psicológico de origen genético o provocado por adicciones;
•Necesita llamar la atención de sus compañeros para sentirse un líder aunque sea negativo;
•Tiene problemas personales o familiares.
Todo el que sufre algún tipo de acoso o violencia necesita ayuda de toda la comunidad educativa. El silencio y la dejación de intervención en estas situaciones siempre, siempre abolla la armadura de quien la sufre y del centro educativo también.
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